sábado, 16 de noviembre de 2013

MEDALLAS

    Debía ser un acto muy importante,o al menos eso pensé yo cuando todo el mundo hacía más de un mes que hablaba de él. Lo cierto es que yo no alcanzaba a saber por qué, ya que a la mayoría de personalidades que iban a acudir no las conocía y a las personas famosas que iban a estar en el acto que sí que conocía, para mí no eran tan importantes porque las veía durante toda la semana y eso restaba valor  e importancia a su presencia. Digamos que para mí hubiera sido mucho más atractivo que ese día, en que mi madre se empeñó en que no fuera vestido de chándal, me peinó y me embadurnó de colonia Nenuco, hubiera estado acompañándonos algún jugador de los que idolatraba de la selección española y no el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, del que mi padre dijo que había sido un jugador muy importante y que días después no paró hasta dar con alguna imagen en la que saliera vestido de futbolista,  cuando era una estrella del Athlétic de Bilbao, para corroborarlo y así convencerme de que aquel acto era importante.

    A mí sólo me llamó la atención de aquel señor trajeado el hecho de que fuera el máximo responsable del fútbol en nuestro país y que ni una sola vez hubiera sido capaz de pronunciar de forma correcta durante su discurso el nombre del deporte que le otorgaba un cargo del que sigue disfrutando en la actualidad, nada menos que 25 años después... "Fúrbol", se empeñaba en decir una y otra vez. Y lo sigue haciendo.
Durante esos días en los que empezaba a dar las primeras patadas al balón, estuve dándole vueltas a la cabeza por este hecho de pronunciar incorrectamente palabras. Me refiero a si eso tenía algo que ver con la condición de ser alguien importante en el fútbol y es que por aquel entonces, a los más pequeños de la recién inaugurada Escuela de Fútbol y por la que se había celebrado aquel acto, para darle oficialidad a ella, repartir ropa de entrenamiento y bolsas con el escudo de la Federación en donde mi padre me ilustró perfectamente por qué era eso del nombre de "real" y no era por otra cosa que porque en el escudo llevaba una corona que le otorgaba el título de real, nos dirigía Neme, que también era entrenador del primer equipo y siendo más joven había sido un destacado jugador del club. No recuerdo cuánto aprendí de aquel primer entrenador que tuve, pero sí recuerdo con toda nitidez lo mal que se expresaba:"veros pallí", "susestais quietos"...y demás perlas como éstas, son las que nos regalaba cada tarde y eso hizo que en mi cabeza rondara la idea de que ser importante en el fútbol y hablar mal guardaban una estrecha relación.Y más cuando tras ponerme a indagar en el tema, a más de uno oía decir que los futbolistas eran todos unos incultos. Fue mi padre el que me apartó de la idea poniéndome ejemplos como el de Pirri, que había sido jugador del Real Madrid y que ahora era médico, o Corbalán que compartía con este último profesión, aunque fuera en el deporte de la canasta donde destacó. Quizá no me faltara razón en mi planteamiento de niño y puede que hace poco mi amigo Carlos Rosellón me lo explicara de la mejor manera posible diciéndome que en este deporte, como nadie se lee ni un libro, el que se ha leído tres ya lo llevan a lo más alto y hablan de él como un intelectual.

    El caso es que me encontraba allí sentado al lado de todos mis compañeros de equipo esperando impaciente que fuera el turno de subir al escenario junto con nuestro entrenador para recoger nuestra bolsa de deporte (con el escudo de la Federación) y toda la ropa de entrenamiento que nos iban a regalar, que era lo que realmente nos hacía ilusión del acto, cuando justo antes de que me atrapara el aburrimiento por aquellos discursos que decían lo mismo, acerca de la importancia de hacer deporte, el compañerismo, los valores de la deportividad...subidas y bajadas del escenario de las personas importantes que habían montado todo aquello y que recogían su placa donde pondría algo como:"en reconocimiento a su labor..." decían unas palabras y estrechaban la mano de los señores con traje mientras el público asistente aplaudía... fue entonces cuando el acto cobró importancia y emotividad para mí. El director de la escuela cogió el micrófono y se puso a describir a la persona que iba a ser la siguiente en recoger la placa. Habló de esa persona como la más importante de aquella escuela, la que estaba al lado de los niños en el campo de entrenamiento sin horarios, sin prisa por irse a su casa, la que hacía que el césped estuviera bien cuidado, la ropa siempre a punto, que se preocupaba porque nunca se perdiese ningún balón, que siempre estuvieran bien inflados, que cuidaba de los vestuarios, que estuviesen siempre limpios, siempre bien cuidados y que nos hacía a todos y cada uno de nosotros cuidarlos, esa persona a la que los niños adoraban, que conocía el nombre de cada uno de ellos (éramos más de cien) y que no le importaba cargar el coche de niños para acercarlos a sus casas cuando llovía aunque algún policía lo regañara alguna que otra vez por llevar el coche cargado de ocupantes más de lo permitido. Me hizo una tremenda ilusión imaginármelo subiendo ahí al escenario para recoger su placa, arreglado para la ocasión,con traje, sin alguno de sus chándals, sin su gorra o sin su gorro de lana cuando el frío apretaba...y eso si, llevándose la mayor de las ovaciones.

    Pero no fue así, lo que aconteció fue una de las mayores decepciones que recuerdo y es que el director no pronunció el nombre de Cano sino el de alguien que la mayoría de nosotros no conocíamos y que mi padre dijo que era el presidente de la Federación Castellano-Manchega de fútbol. De éste no puedo recordar si pronunciaba correctamente la palabra "fútbol" porque estaba tan sumamente contrariado que ni escuché lo que decía.

    Todo esto me lo callé para mí, no fuera que me tomaran por tonto al pensar que le iban a dar una placa de reconocimiento a Cano, pero al día siguiente pude comprobar que no era el único que lo pensaba ya que al pasar Cano al lado del grupo de los mayores, éstos bromeaban con él diciendo que estaba ya levantado allí en el salón de actos para subir a recoger su placa y tuvo que darse la vuelta disimuladamente al ver que no era para él...él mientras se defendía diciendo que él no estaba allí, que a él esas cosas no le gustaban y que él estaba en el campo, que si llega a ir al acto, a ver quién iba a lavar la ropa del primer equipo para que estuviese por la mañana a punto para llevársela de viaje...
Me sentí aliviado a la vez que cargado de razón por no ser el único en saber que esa placa era para él...o al menos ese señor al que había descrito el director era Cano y no el que subió a recogerla.

    Años más tarde todos recordamos a Cano, nos seguimos preguntando si realmente tenía un problema de sordera o hacía como que no nos escuchaba cuando le pedíamos algo todos a la vez. Recordamos perfectamente cómo paró un partido porque el portero del equipo rival trazó con el pie una raya desde el centro de la portería hasta el área para situarse y se estaba cargando el césped...o también cuando guardaba parte de los balones nuevos que se compraban para que duraran todo el año y ya por el mes de marzo, cuando accedía a sacarlos, nos decía que si los hubiese sacado en septiembre, cuando se compraron,ya estarían todos rotos y tampoco disfrutaríamos de ellos.

    Era demasiado niño y ya comprendí que las medallas y placas que te otorgan para reconocerte algo, no se recogen físicamente, las verdaderas placas son las que 25 años después, tras salir de una comida con varios integrantes de aquel grupo de niños que estaban impacientes esperando a que les regalaran su bolsa de deporte y a los que seguramente sus madres habían perfumado también con Nenuco, nos tropezamos por casualidad con Cano y lo invitamos a tomar café con nosotros mientras le confesábamos que siempre que quedamos todos, hablamos de él, nos acordamos de él, de muchas anécdotas compartidas. Y fue ahí cuando recogió su placa, esa placa que se llevó un señor con traje y del que ninguno de nosotros logra acordarse de su nombre.

6 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu relato. Hay muchos Canos que consiguen lo importante detrás de esos figurantes del club de la corbata a los que sólo interesan trofeos, actos públicos y apariencias. Este relato y el reconocimiento infantil es mucho mejor que todas las placas que los "señores de corbata" puedan ofrecer. Conmovedor relato, enhorabuena!

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  2. Cuantos héroes anónimos... ¡Gracias Javi! Leyendo tu texto me he acordado de muchos "Canos" que nos hacen sonreir cuando nos acordamos de ellos...¡Un abrazo!

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  3. En nuestro camino hemos de tener presente que por desgracia los "Canos" son pocos y los personajes que se creen importantes demasiados, por ello hemos de saber valorar las pequeñas cosas de esos pequeños valientes que nos alientan para ser cada día mejores. Felicidades Javier.

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  4. ¡¡Enhorabuena Javier!! Me ha gustado mucho, no sólo por el fondo, sino también por la forma. Un placer leerte.

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  5. Bueno, Javi, nosotros conocemos unos cuantos "Canos", de esos que están siempre al pie del cañón, aunque nunca se llevan las medallas, esas se las llevan otros, aunque ni siquiera sepamos quienes son ni como se llaman....Seguramente para Cano, su mejor placa o reconocimiento se lo brindasteis ese día en ese pequeño acto privado, en el que se tomó un café con vosotros, eso vale mucho más para él y lo recordará siempre....
    Me ha gustado mucho tu relato y espero ansiosa el siguiente!!

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  6. Me encanta tu relato y me siento identificada con mi antiguo entrenador de baloncesto, gran hombre. En este caso se le entregó la copa a la directora del colegio la cual no dió ni las gracias y tampoco una enhorabuena a nadie.... Se la merecía de pleno derecho nuestro entrenador. Es uno de los peores recuerdos que puede tener un niño por lo menos en mi caso pues dejé de mirarla a la cara. Ahí fue cuando dije adiós al baloncesto ya no sabré si hice bien o mal pero hay cosas que dejan huella. Gracias por hacerme retroceder en el tiempo

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