martes, 31 de enero de 2017

UN DEPORTE PARA LISTOS



     El calor que hacía en pleno mes de agosto era insoportable, pero aquel partido de pretemporada no podía disputarse a otra hora, porque el campo municipal de la localidad carecía de iluminación, con lo cual, de haberse retrasado la hora de comienzo, el final del partido lo tendrían que haber disputado con un casco de esos de minero, que llevan una luz incorporada para ver cuando descienden a la mina.
     Ese mismo campo municipal que carecía de luz artificial, hasta hace sólo un mes, también carecía de equipo que jugase en él. Pero ese año, un grupo de jóvenes de la localidad decidieron formar un equipo, con la ayuda de Rubén, un entusiasta del fútbol, que hacía poco tiempo que se había sacado el carnet de entrenador y tenía ganas de comerse el mundo. Nada impidió que ese equipo arrancase, ni siquiera se echaron atrás cuando no tuvieron el apoyo del alcalde, que les dijo que podían hacer lo que quisiesen, pero que no había dinero. Rubén decidió seguir adelante, él se hacía cargo de todo, de buscar subvenciones, publicidad, socios, jugadores… Y así arrancó a entrenar el equipo, que después de tan sólo dos entrenamientos, ya tenía el primer partido de pretemporada. Cómo no, lo había conseguido Rubén, que tenía muy buena relación con el entrenador del equipo rival . Ese primer partido lo afrontaban con una mezcla de nerviosismo, ilusión y ganas de agradar.
     En el pueblo, se corrió la voz de que lo del equipo de fútbol iba en serio y Rubén animó a todos sus jugadores a que trajeran a gente a jugar. Necesitaban jugadores, sobre todo para ese primer partido, que sin apenas entrenamientos, no disfrutarían de un buen físico para aguantarlo y los cambios serían fundamentales para salir con la cabeza bien alta y fundamentalmente, que no se produjese una goleada que minara la moral del grupo y echasen abajo todas las ilusiones depositadas en el equipo.
     En el segundo entrenamiento apareció Luis, un chaval de unos 20 años y más de 100 kilos de peso. Dijo que iba a entrenar con ellos, que necesitaba que al menos le hiciese una prueba. Aquello no salió bien, en ese entrenamiento no podía moverse, hacía mucho calor y casi no tocó la pelota. Era muy difícil para él aguantar el ritmo del resto del grupo. Durante uno de los ejercicios, Rubén llamó a David, uno de los mejores jugadores y con el que más confianza tenía. Le preguntó: “¿Pero qué me habéis traído aquí? Dije que necesitábamos jugadores, pero no a cualquiera. Que no puede moverse. Va a sufrir él y voy a sufrir yo cuando tenga que decirle que no puede seguir con nosotros”. David le contestó: “Soy yo el culpable de que haya venido, dale una oportunidad, tiene un disparo con la zurda magnífico y juega muy bien de espaldas a la portería. Es muy inteligente y en los partidos sabe desenvolverse y sacar beneficio de cualquier situación.” Rubén confiaba mucho en David y decidió tener paciencia con aquel chico, aunque también le pidió que tenía que hacer sacrificios y bajar mucho el peso. David sólo le dijo: ”Está en ello. Ya ha perdido bastante peso y yo creo que haciendo deporte con nosotros, poco a poco lo logrará”.
     Rubén estuvo la noche anterior al partido pensando cada detalle, cada jugada, la alineación, los cambios, las jugadas de estrategia…y en ninguno de sus pensamientos, salía Luis. Decidió que si se ponía en forma, con el tiempo iría entrando en el equipo, pero por el momento no contaría con él. Pensó que así mermaría la moral del chico que acabaría dejándolo sin necesidad de tener que comunicárselo él personalmente. Aun así, tuvo un momento de duda, cuando ya en el vestuario lo vio con su par de botas recién compradas y pensó que si no iba mal del todo el partido, lo sacaría unos minutos. Pero esas dudas desaparecieron cuando lo vio salir a calentar con la camiseta del equipo y casi no le entraba, le quedaba tan ajustada como un maillot de ciclista.
     Con el comienzo del partido, Rubén advirtió a los que estaban en el banquillo que cuando el balón saliese fuera del campo, cada vez iba uno a buscarlo. Que lo echaran a suerte o como les diera la gana, pero que no podía perderse ningún balón. No tenían más balones ni dinero para comprarlos. El partido transcurría, los goles llegaban, los cambios también… Y Rubén no estaba por la labor ni tan siquiera de hacer calentar a Luis. Quedaban tan sólo 15 minutos y allí estaba el chico recostado en el banquillo, deseando que su entrenador lo llamara para poder así por fin estrenar sus botas. Fue entonces cuando un disparo de un jugador rival alejó el balón con el que se estaba jugando fuera del campo. Rubén envió otro para que el juego continuase y miró al banquillo, donde ya no quedaban suplentes para ir a buscar la pelota, sólo estaba Luis. Y a Rubén le pareció una falta de respeto ordenarle ir a por el balón cuando no contaba para él. Y Luis no hizo ni un movimiento de salir a buscarlo. Así que Rubén salió corriendo a por la pelota. En ese momento Luis lo vio salir del campo y se le abrieron los ojos. Se levantó rápidamente y se dirigió a la banda. Esperó a que el juego estuviera parado y en ese momento llamó al árbitro. Le gritó: “¡Árbitro, cambio!” Eligió a uno de sus compañeros y lo llamó:”¡Kike!”. El chico se retiró del terreno de juego y Luis entró en él. Todo parecía normal. Un cambio normal. Nadie se dio cuenta hasta que segundos más tarde entró Rubén en el recinto, con el balón que había ido a buscar debajo del brazo y se percató de lo que había sucedido. Quiso volver a quitarlo, pero ya no tenía más cambios. Toda su rabia la descargó gritando y preguntando sin recibir respuesta:”¿ Pero quién ha puesto a ese?”. Segundos más tarde, se calmó. Vio que ya no tenía solución y decidió sacar una visión positiva de aquello. Supo entonces que David llevaba razón. Que si perdía peso y no le engañaba en su magnífico disparo con la zurda y su juego de espaldas a la portería, aquel chico tenía madera, porque era cierto tal y como apuntó David que era inteligente y que en los partidos sabe desenvolverse y sacar beneficio de cualquier situación.  

2 comentarios:

  1. Eres muy bueno en tus relatos y al final me haré adicta a ellos. Creo que tanto si jugaba bien como mal siempre hay que darle una oportunidad a todos pues yo veo el fútbol con otros ojos diferentes a la mayoría, creo que lo importante es disfrutar y divertirse, también ganar algún partido claro o se desmotivan. Pero yo hace tiempo que dejé de verlo,exactamente desde que me enteré siendo joven lo que hiba a ganar Raúl en el Madrid, creó que el fútbol está sobrevalorado y hay otros deportes que no reciben nada. Prefiero ver el fútbol pero el de los jóvenes y niños que disfrutan de otra manera y yo lo vivo con más intensidad que si fueran de 1° división. Tu relato deja claro que no hay que fiarse de las apariencias. Espero el próximo gran escritor!

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    1. Gracias Amparo!!! Tú que me "lees" con buenos ojos...por eso te gustan mis relatos.
      Me alegro de que te haya gustado.
      Yo tengo casi la misma opinión que tú con respecto a lo del fútbol, pero en realidad la clave creo que está en hacer una distinción entre el fútbol formativo y el fútbol profesional.
      Al fin y al cabo, lo importante es la esencia,el hacer deporte, la competición, el compañerismo... Y eso se puede encontrar en cada campo, cada semana. Habría que reivindicar un poco más el fútbol que no sale por la tele.
      Una vez más, gracias por comentar.
      Un saludo.

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